2 ene 2013

ANDRE RIEU EL PADRINO live


COMO SIRENA, PEGASUS, HADA…

Como sirena  con embrujo silencioso bebo tus lágrimas ahondando el océano que me rodea. Que mi canto dulce y esperanzado llegue hasta tu corazón y absorba  como esponja seca todos tus pesares. La melancolía la compartiremos. Las penas también, si así lo deseas. Las cargas pesan menos y las alegrías serán más intensas. Luz de luna. Amanecer. Ocaso y medio día---todo es luz brillante---. Es vida. Asómate a la orilla y escucharás mi voz. Mi alma, sintiendo mi cariño sin distancias, ni tiempo ni espacio. La amistad es auténtica. Sagrada. Eterna.  Vuelo como Pegasus. 
Tienes el don de la música y las letras, haces magia. Y me atrapas tú, como "sirena" en tus melodías, ésa voz que embelesa, SÍ. La tristeza ahoga a veces. Se mucho de ello. Como también se que si no te sientes solo-a, es menos dura y llevadera. También estoy aquí  pero no hay nadie que repare en mi presencia. Me aíslo. Y solitaria, dejo que sigan muriendo los segundos. Lágrimas y agonía en la tristeza, amargura, que pasan desapercibidas salvo en quien no debiera... Mi regalo del cielo y de la vida, a quien tanto afecta. Solos los dos. En ésta supervivencia agónica que conscientemente intentamos disimular, aunque el nerviosismo acorralado y contenido, el temor, la desolación, no pueden esconderse fácilmente. Nuestro rostro, voz, gestos, miradas…son el fiel reflejo. Los sueños son pesadillas que nos trastornan, sin saber si es peor o mejor dormir o despertar a ésta realidad que traumatiza. Él, tragando sus penas por no entristecerme (“no preocuparme”, dice), algo que me preocupa más aun y yo, ya ves...sin salida, aunque no me rinda. Pero su dolor aumenta mi angustia y desasosiego continuo al verle y sentirle así, con su niñez truncada temiendo el abismo. Mas los otros problemas que tanto nos afectan, limitan, preocupan, disgustan y esclavizan, llegando al extremo de temer por nuestra salud y nuestras vidas.
Parece complicarse la vida de pronto en todos los frentes. Como un ataque masivo en un callejón sin salida. Un pozo profundo, oscuro, donde apenas llega la luz. Mi pequeño tiene la mirada triste  Nos damos las manos en silencio. A veces, ni siquiera eso. Me sigue con sus pequeños pasos y le apuro. Deseamos estar juntos. Es como único nos sentimos bien. Solo eso: juntos, a veces –la mayoría- sin hablar, sintiéndonos cerca. Aunque no nos dejan tiempo ni cuando supuestamente deberíamos tenerlo. Sin descanso. Agobiados. Extenuados. Exhaustos. Padeciendo lo inimaginable. Sin vida propia… yo mucho menos. Procurando que él si tenga algún espacio y tiempo para jugar y estar con otros niños. La mayoría de las veces no puedo acompañarle. Hasta hace pocos meses, siempre íbamos juntos y disfrutaba con él esos momentos, escuchando sus risas y juegos, sentada sola en un banco... Además de cuidarlo. No recuerdo si alguna vez yo la tuve, creo que no.
No dejes, cariño, que la melancolía se te instale en el alma como se ha adueñado de la mía. Es asesina. Mata. Es cruel. Dura. Fría...agónica e inhumana. Canta, toca, escribe, pasea. Habla con gente. Siéntate en una terraza a tomar un café o cualquier cosa. En un parque, donde sea…Parece una tontería al alcance de cualquiera. Para mí es un lujo que no puedo permitirme. Sonríe, y si no te apetece, hazlo con una mueca al mundo. Es gratis y contagiosa. Da mucho...da todo y todo tendrás multiplicado. Especialmente lo mejor de ti. Tu alma buena. 
Existen muchas sirenas que seguirán la armonía de tus notas, danzando junto a las olas o  en el fondo del mar con tus acordes. Y como yo, tragando lágrimas de hiel, sangre y ácido con las tuyas, con las de todos. 
 Siente mi corazón junto al tuyo. No lo dudes. ¡Siénteme! Estoy ahí. Puedes hablar conmigo, sabiendo que se perfectamente sentir contigo sin palabras. Todo irá bien. Cuidemos la esperanza que nos queda, aunque a veces no creamos en ella, alzando la vista a pesar de que  nuestra cabeza, indefectiblemente, mira al suelo, sea andando o sentados, pensando, o deseando poder no pensar en nada. Cuello y espalda encorvados. Andar cansino, agotada, débil, sola, asustada. Como si cada paso fuese una tortura caminando sobre clavos o brasas ardientes  intentando llegar a tiempo  hasta donde debemos ir sin remedio. Lo mínimo. Con latidos en la garganta que agarrota un jadeo silencioso. Una oración. Una plegaria. Una llamada suplicante al único Ése que a fin de cuentas, es quien está siempre con y en nosotros.
También agradeciendo lo bueno que nos brinda la vida en ésas pequeñas dosis de brisa o de calor, según sea el tiempo, o un trozo de pan. Agua. El que encienda al menos una bombilla. Un alto en el camino -pocas veces- y pedir un cigarrillo a la barrendera de la plaza donde paladeamos sonrientes la hierba amarga que consuela el hambre y la fatiga, el frío y la soledad disimulando el no tenerlo con algún despiste o pérdida…ocultando la vergüenza de la mendicidad con la dignidad a salvo, sin orgullo, con sencillez: a éstas alturas, no hay nada que no tenga valor. El más auténtico y cercano: alguien. Cualquiera que nos "vea" aunque solo sea de manera superficial unos minutos. No como fantasmas u objetos rotos.
 Ya nos da igual si nos ve algún vecino mirando, buscando en la basura por si alguien ha tirado algo aprovechable y útil. Necesario. Igual aparece alguna monedita de céntimos perdida -hasta ahora sin suerte-, un pequeño juguete. Alguna ropa, saborear con deleite ése bocado escaso de comida, masticando y paladeando despacito, o una cucharada de cualquier alimento conseguido por casualidad al pasar por un supermercado y ver alguna muestra de prueba. Da igual lo que sea y casi lo hago con culpa, si tomo más de uno, disimulando la hambruna y la miseria. Un trocito…o un sorbo de agua fresca, vino…Conseguir algo cuando parece imposible para darle a él su merienda y cena como por milagro en el último momento, aunque nada pide, tan pequeño.
Soy su hada mágica. (Hasta que llegue la adolescencia, me temo, y me transforme de repente en el enemigo número uno, como le ocurre a la mayoría...aunque quizá tenga suerte. Nunca se sabe)
En su inocencia, se deleita todavía en ésa fantasía, a pesar de la precoz madurez de sus reflexiones y argumentos. Duele. Tiene a su mamá y va aprendiendo a aceptarlo sin querer escuchar ni saber el por qué de su familia rota y el comportamiento brutal de su "oficial" padre ausente que no ha ejercido ni ejerce, en sus vacías promesas sin cumplir. En su deseo,( antes también mío y equivocadamente inculcado ) cada vez menos convencido, de que algún día cambie y no nos martirice, atormente y traumatice aun de lejos. Y pánico cuando aparece.
Nos tenemos. Hoy le expliqué de nuevo que, aunque solos los dos, somos una familia diferente. El amor no se apaga. Sigue lacerando fuerte aunque haga daño sabiendo perdonar entre llantos.
Son éstas las gotitas de bondad, inocencia, alegría y felicidad, gratitud, las chispas de esperanza en lo divino  y lo humano que necesitamos  dándoles su auténtico valor , sentido y significado para llenar poco a poco nuestra copa de la vida hasta que rebose y poder beber de ella algún día sin medida, satisfechos de nuestra felicidad y nuestro paso por ésta existencia tan difícil y cruel a veces, sin merecerlo,   con sonrisa y paz.
¿Cómo valorar la luz sin la ausencia de ella?  No existe la oscuridad. Solo es una nube pasajera. Un instante en el Todo. Una eternidad en la nada,  porque seguimos aquí y es milagroso.
Nos falta imaginar que no nos duele y que la existencia es mucho más que respirar atragantada con supervivencia límite y el aire a bocanadas. Carencias no solo físicas, materiales, sino de muchas cosas, sensaciones, sentimientos, personas, amor, cuidado. Importar a alguien de verdad. Ver, tocar, hablar sin ser utilizados, solo aceptados, queridos. Sin ser maltratados de ninguna manera. Nunca más.
El ánimo que no perezca aunque lo parezca y ocultar en lo posible ésta pobreza insospechada, éste pánico que hace brillar nuestra mirada y con un rictus parecemos felices, animosos y estupendos a quienes nos ven solo de reojo o nos leen… ¡ay, Señor!...
Sin ganas ni ánimo de hablar con nadie, más que algún escueto saludo cortés: “Hola, Adiós. Cómo  estás. ¡Felicidades! Hace frío. No pasa nada. Todo está bien”: “No hay queja”...
Me siento extraña, feliz y doliente a la vez enviando bendiciones alegres  y abrazos inmensos desde ultramar. Como un islote abandonado en medio de mi isla.
En realidad, es mejor así. Solo ven nuestra fotografía y no nuestro rostro en estos momentos. Ni la mirada agotada, triste. El cuerpo enfermo. Nuestra palidez, decaimiento, debilidad, temor, angustia, nerviosismo, dolor.  Ni sienten la opresión que atenaza el estómago, el pecho, con la cabeza martilleada y mareada, como un yunque de Vesubio en las  entrañas de la Tierra. Si alguien nota algo , lo sabe, vuelve la cabeza. O hace que no sabe. Todos tienen sus propias calamidades.
No desean “negatividad” :  la miseria y tristeza ajena asustan como si fuese contagiosa y ofendiese. Se les aparta como apestados o inferiores sin evolucionar en el salto dimensional, o con cualquier otra definición, cartel, humillación, desprecio...--hay muchas maneras sutiles para hacer sentirse a alguien inferior --- aunque estén imbuidos en él aun antes de que se conociese y estuviese de moda. No saben nada. No tienen ni idea. Ni les preocupa. Les da igual. Cada quien va a lo suyo. Las orejeras no les permiten ver más allá. La insolidaridad es palpable. Egoísmo.
Se "mastica" en el aire. 
Como sirena, Pegasus o hada seré lo que haga falta si ello alivia (Qué más quisiera).
No puedo conmigo. Pero las fuerzas salen en el momento oportuno, justo las necesarias antes de caer de nuevo. Y vuelta a levantarme sintiéndome quebrada en cuerpo y alma encarando lo que sea. O lo que pueda. Porque propósitos y voluntad me sobran. Quehaceres que se acumulan. Debilidad. "quebraderos de cabeza”. No dar abasto...sentir éste pánico que enferma, agota. Hasta quedar inconscientes sin darnos cuenta. Caemos, sencillamente.  Y al despertar, doloridas, desorientadas...volvemos como siempre. A trompicones acertamos con la cama o un sillón...y llega el desvelo absurdo, el despertar ansiosos con ése sufrimiento agudo en las entrañas, sin poder abrir los ojos. Pero lo conseguimos. Y seguimos. 
Sueña. Debe ser hermoso y sé que es necesario. Hace años también dormía y soñaba ilusionada.
Algún día recuperare mis sueños y los compartiré. O vendrán otros nuevos a reemplazarlos. No lo se. No tengo deseos de pensar en nada ahora. 
Amigo, amiga, ten siempre esto muy claro y confía. Si duele, es porque estamos vivos. Me conoces bien e intentaré no fallarte.
Sabes dónde encontrarme

NIEVES MERINO GUERRA.
GRAN CANARIA- ESPAÑA
18-12-2012


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