Valga la poesía de la conciencia; pero, urge la
poesía para la conciencia.
El hombre se realiza en la sociedad —menos
voluntaria; que precisamente—, por lo que está imbricado en ella y sus
sistemas. La poesía, como ejercicio mental, puede servirle de escape y
expansión; pero, luego tiene que regresar, y, desde que pone los pies en la
tierra, se encuentra interrelacionándose con la sociedad y sus leyes. Nadie
logra, realmente, desprenderse de ella. La poesía de la evasión sirve sólo a la
burguesía; no para el obrero, que tiene que luchar por la subsistencia. Sólo en
su conciencia, el hombre puede ser libre. Luego, en las coincidencias de las
conciencias, puede sentirse libre y satisfecho dentro de un conglomerado —en
sociedad—; porque las coincidencias, determinan lo justo, dentro de cualquier
grupo de humanos. Entonces, como la sociedad está regida por un pequeño grupo,
una élite, su bienestar espiritual está regido por el grado de coincidencias
con esa élite. Y, ésa élite, se dará a tratar —como dé lugar— de obligarle, de
grabarle las coincidencias con el sistema imperante. De ahí el encadenamiento
ideológico; la servidumbre de su intelecto condicionado a un sistema, que
coacciona la libertad de pensamiento y delimita sus empeños.
La poesía de la
conciencia, que ha tenido, y tiene, diferentes denominaciones
—nueva poesía social,
comprometida, de resistencia, militante, protesta—, se va nucleando sobre los
problemas y calamidades de la sociedad, camino de una verdadera poesía
revolucionaria. Tiene muchos antecedentes, aunque con disimiles objetivos; ya
han existido muchos poetas militantes o comprometidos; poetas de revoluciones;
defensores de causas e ideologías. Algunos ejemplos cercanos, serían: Miguel
Hernández, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Roque Dalton; pero, actuaron dentro
de los cánones establecidos en las poéticas de su tiempo, y, sin revolucionar
las formas, denunciaron, alabaron, etc. Por lo que se pueden incluir juntos a
otros que le antecedieron en el tiempo. Ahora, con un mundo globalizado
—gracias a los estudios e inventos realizados para la guerra; no para el
mejoramiento de vida—, menguadas las utopías y agudizándose la crisis
moral-económica-sistémica, se requiere de una poesía de urgencias, que ayude a
la recuperación de los altos valores morales y las bellezas que enaltecen al
hombre. Pero, alejada del dogmatismo y
el panfleto; que sufrió la poesía militante de los 60, del pasado siglo, sobre
todo, en los países del llamado Bloque Socialista —el realismo socialista fue,
casi, un atentado al buen gusto—. Poesía, esta, más bien de guerra: que alababa
un sistema social, y, condenaba otro; sin medianías, ni arte. No, no se trata
de hacer discursos políticos, no. Se trata de emparejarse con las revoluciones
tenidas en otras artes. En los 60, también, nació la canción protesta,
comprometida —movimiento iniciado en Cuba por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés,
que se extendió por toda América, y llegó a España, o destacó, en la voz de
Joan Manuel Serrat, y hoy continúa por el mundo—; que supo, y sabe, decir con
poesía, lirismo, nuestras inconformidades; sin olvidarse del amor y las
pasiones de la cotidianeidad. Porque la riqueza espiritual; es de suma belleza,
y posibilita el crecimiento hacia las virtudes.
La poesía al servicio
de los valores y la dignidad humana, ya no, poesía de la conciencia: poesía para despertar conciencias. Que
desafíe el silencio cómplice, que señale
las estrellas en la frente de los hombres buenos, y las garras de los halcones
de la guerra y el latrocinio, que enaltezca el amor verdadero, no las fantasías
sexuales. Para que esos “románticos sensibleros”, que lloran la orfandad de un animalito,
suspendan la sonrisa y la amable compartición, cuando vean los horrores en los
noticieros; deteniéndose en los miles de huérfanos y desplazados, que ocasionan
las guerras imperiales. Es tiempo de sacudirse de las basuras decorativas y
banales, que inutilizan la poesía, sin aportaciones al desarrollo intelectual
de los hombres. Necesitamos una poesía que alimente, que aporte. Es necesidad
socializar la poesía; para que el hombre se vea reflejado en ellas con sus
cuitas e insatisfacciones. Que cante las
bellezas de la naturaleza y llame a su cuido. Esta nueva poesía se va
incubando, en las vanguardias morales de la intelectualidad. Se trató en el
último Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes (que son el corazón de
sus pueblos); pero, va cuesta arriba, porque las editoriales, cada día más,
poco tienen que ver con la cultura y mucho con el negocio y la rentabilidad. Pienso
que, de no haber cambios, que revolucionen el estado actual, la poesía
continuará siendo cosa de élites o grupos, y, los poetas seguirán escribiendo
para los otros poetas, para quienes
aspiran a serlo, para los “cultos” y los críticos literarios. Aunque, se va
denotando un avance, aumentan los recitales y eventos poéticos en muchas
regiones del mundo. Pienso, que tal como en la iglesia católica de América
surgió la Teología de la Liberación; bien puede gestarse, en nuestra América,
la Poesía de la Liberación. Convencido
de la posibilidad, cultivo esa esperanza.
José Valle
Valdés
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