Valga la poesía de la conciencia; pero, urge la
poesía para la conciencia.
El hombre se realiza en la sociedad —menos
voluntaria; que precisamente—, por lo que está imbricado en ella y sus
sistemas. La poesía, como ejercicio mental, puede servirle de escape y
expansión; pero, luego tiene que regresar, y, desde que pone los pies en la
tierra, se encuentra interrelacionándose con la sociedad y sus leyes. Nadie
logra, realmente, desprenderse de ella. La poesía de la evasión sirve sólo a la
burguesía; no para el obrero, que tiene que luchar por la subsistencia. Sólo en
su conciencia, el hombre puede ser libre. Luego, en las coincidencias de las
conciencias, puede sentirse libre y satisfecho dentro de un conglomerado —en
sociedad—; porque las coincidencias, determinan lo justo, dentro de cualquier
grupo de humanos. Entonces, como la sociedad está regida por un pequeño grupo,
una élite, su bienestar espiritual está regido por el grado de coincidencias
con esa élite.