13 ago 2012

Cuento : " El brujo, la luna y las estrellas "

CUENTO:


“EL BRUJO, LA LUNA Y LAS ESTRELLAS”

Erase una vez…

Hace mucho, mucho tiempo, cuando el sol se iba a dormir y llegaba la noche, las estrellitas del cielo jugaban con la bella luna llena, de luz intensa y plateada, contándose entre ellas los secretos de los Hombres, los sueños de los niños y niñas del mundo. Sus ilusiones, esperanzas…

Y cómplices con ellos, intentaban que tuviesen mucha luz en la oscuridad, tuviesen sueños alegres, ilusiones hermosas, y durmiesen felices hasta que les despertase, con nuevas esperanzas, el nuevo sol del amanecer.

Así, pasaban muchas noches, entre cuentos, historias, confidencias, risas, juegos y mucho, mucho trabajo, tanto la bella y buena luna llena, como todas las estrellas del firmamento, alumbrando la oscuridad en el cielo al llegar el atardecer, cuando todas las personas se iban a dormir, cansados de un largo y duro día.

Pero existía un brujo, que no dormía casi nunca, amargado en su soledad, pensando siempre en hacer cosas malas para que nadie, como él, fuese feliz. Ni soñase cosas hermosas.

Él, contemplaba noche a noche, ésa alegre y divertida y amistad entre la bella luna llena y las estrellas del cielo, que sembraban sueños y esperanzas en todos los seres humanos cuando se dormían.

Celoso y envidioso por la felicidad que contemplaba, y la luz que derramaban, alegres, la luna llena y sus amigas las estrellas, para iluminar las largas noches, comenzó a tramar un malvado plan para hacerles daño a ellas, y a la vez, hacer daño a todas las personas para que no tuviesen sueños bonitos, ni esperanzas ni ilusiones nuevas.

Una noche, mientras la luna y las estrellas, estaban ocupadas en su linda tarea, envió un maléfico hechizo, atrayendo y encerrando en un enorme cofre, a casi todas las estrellitas que, despistadas, no se dieron cuenta de la trampa que les había tendido el malvado y celoso brujo.

Éste las encerró en un gran cofre que se cerraba con un candado de siete llaves, y después lo hundió en el lugar más profundo del océano, utilizando toda la fuerza de tu potente magia malvada.

Cuando el resto de las estrellas del cielo y la luna llena, se dieron cuenta de la tragedia, suplicaron al malvado brujo que liberase a las estrellitas del fondo del mar…

Pero éste, en lugar de compadecerse, se burlaba y se reía del sufrimiento y el dolor que producía en ellas, y en todo el daño que con esto, hacía a todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la Tierra.

La gran y hermosa luna, junto a las pocas estrellas que quedaron, se entristeció mucho. Todas lloraban desconsoladas, extrañando muchísimo a los millones de estrellas que estaban encerradas en el gran cofre que descansaba, casi enterrado en la arena, en el fondo más profundo del inmenso océano.

La gran tristeza y melancolía que sentían, hizo que la buena luna y las estrellitas que quedaron, perdiesen el apetito, la alegría…Ya no se contaba hermosas historias, ni ilusiones, ni sueños bonitos.

Perdieron el apetito. Tanto, que algunas estrellitas, perdieron su luz. Y la gran y plateada luna, adelgazaba tanto, que comenzó a menguar, mirando su débil reflejo escondido sobre el agua del enorme gran océano cristalino, intentando, sin conseguirlo, descubrir dónde estaba el gran cofre, donde el envidioso, malvado y celoso brujo había encerrado y enterrado a sus buenas amigas, las estrellas.

¡¡ Nada!!. Por más que la luna buscaba y buscaba, y preguntaba a todo el mundo, nadie sabía dónde se encontraba escondido el enorme cofre.

Así pasaron muchos días, meses, años…

La tierra y sus habitantes, estaban cada vez peor cuando llegaba la oscuridad de la noche.

No había rastro de las estrellitas hundidas. Y la luna se fue apagando y adelgazando poco a poco, hasta desaparecer, tapada por un manto de dolor, junto a las pocas estrellas que no fueron capturadas.

Las noches eran muy oscuras. La luna y las estrellas ya no alumbraban al ponerse el sol. Las personas no veían nada cuando el sol se iba a descansar. Ya los niños y niñas no tenían sueños bonitos ni alegres. Ni los mayores, podían dormir, ni tener ilusiones, ni reponer fuerzas, ni tener esperanzas…Todo era un caos. Un desastre tras otro. Nada funcionaba bien, ni de día ni de noche. El agotamiento por la falta de sueño y de alegría les estaba sumiendo a todos en una gran catástrofe.

Todo el planeta Tierra estaba sumido en una desoladora tristeza, extrañando mucho la luz brillante y hermosa de la luna llena y los millones de estrellas que la acompañaban cada noche, escuchando y aliviando sus problemas, ilusiones, esperanzas, cansancio…Las personas estaban muy tristes.

Cuando supieron quién había sido el causante de tantas desgracias, rogaron y suplicaron al malvado brujo. Pero no consiguieron ablandar su corazón, endurecido por su amargura, ya que estaba convencido de que nadie le quería, y que todos debían ser tan desgraciados como él. Así, les amenazaba con su malvado poder, para tenerles a su disposición. Y todos le temían.

Mientras tanto, en el fondo más profundo del océano, donde estaba casi enterrado en la arena el gran cofre que escondía a las estrellas, se oían muchos lamentos, lágrimas, sollozos…gritos de socorro y angustia que parecía que nadie escuchaba…Y cada día que pasaba, las estrellas languidecían de desesperación.

Hasta que un día, un caballito de mar que se había perdido, tropezó con él, y escuchó el llanto agotado ya, de las estrellas.

Muy sorprendido, les preguntó que hacían allí. Ellas le relataron lo ocurrido, entre lágrimas y sollozos.

El caballito de mar, cuando escuchó el relato, comprendió que era algo muy grave, y salió veloz en busca de ayuda, tranquilizando primero a las estrellitas, dándoles ánimo y esperanza.

Mientras tanto, el brujo, estaba convencido de que con el poder que le concedía el temor que inspiraba a los Hombres, le tendrían más respeto, le admirarían y obedecerían…teniéndoles a su merced y capricho.

¡¡ Lo que no esperaba ni imaginaba ése malvado brujo, es que, su “poder” del terror sólo conseguía que le temieran y sintiesen hacia él más odio y desprecio que antes!! Nadie le quería.

Seguía sintiéndose solo, sin respeto, sin que nadie le admirase ni le amase de verdad. Sólo le obedecían por miedo al daño que pudiesen recibir. Pero quienes podían, huían de él.



En el océano, el caballito de mar convocó a los delfines, los pulpos, las ballenas, a todos los peces…y les contó la sorprendente historia del enorme cofre que se escondía en el fondo del mar, casi enterrado en la arena, con casi todas las estrellas del cielo allí atrapadas por la trampa del malvado brujo.

Sin pensarlo, todos decidieron sacarles de allí, cada uno utilizando sus habilidades para hacer ésa importante misión en equipo, y conseguir liberarlas:

Las grandes ballenas se ofrecieron a arrastrar y sacar del fondo del océano el enorme cofre de estrellas, y llevarlo en sus grandes lomos, todas unidas como si fuesen una isla flotante, hasta la orilla de alguna playa. Los delfines, les servirían de guía. Los pulpos, con sus ocho brazos, intentarían abrir la cerradura de siete llaves, y los peces, caballitos de mar y todos los demás animales que vivían en el mar, se ocuparían de atender a las estrellas, buscar la mejor playa, avisar a todos los demás seres del mar para que se uniesen a la tarea importante de liberar a las estrellas, animarlas, acompañarlas, cuidarlas… ¡¡ y avisar a la triste luna menguante de lo que pensaban hacer, para que ella también les ayudase cuando llegase el momento !!.

¡¡ Dicho y hecho!! : Entre todos, formando un excelente equipo, lograron llevar el enorme cofre hasta una hermosa playa desierta, enclavada en una bellísima isla redonda que se encontraba en el océano Atlántico, entre otras siete islas, que tenían fama de ser las más bellas y afortunadas del mundo : y entre todas ellas, se decidieron por la isla de Gran Canaria.

Así, llegaron a una enorme y hermosísima playa de arenas blancas, rodeada por enormes y bellas montañas.

Entre todos los seres del mar, cada uno con su habilidad al servicio del equipo de rescate, lograron liberar a todas las estrellas, que saltaban y salían del cofre, emocionadas y felices por ver de nuevo su cielo, su casa…

Pero todo estaba extrañamente oscuro y frío…así que decidieron esperar a la luna, a que les encontrase y pudiese, de alguna manera, ayudarlas a subir de nuevo con ella a lo más alto del firmamento. Los seres del mar sólo podían ayudarlas a salir del océano y del enorme y fatídico cofre embrujado, pero no podían ayudarlas para volver a subir al cielo, oscuro y frío, sin luna y sin estrellas.

Y mientras esperaban, celebraron y agradecieron con enorme alegría su liberación con todos los peces de colores, los caballitos de mar, las ostras, los delfines, las ballenas…¡¡ Así que se hicieron todos muy buenos amigos!!: las estrellas y los seres marinos.

Al fin, llegó la luna…tímidamente…sin hacerse demasiadas ilusiones…¡¡ Había fracasado tantas veces en su búsqueda incesante de sus amigas las estrellas!!Pero cualquier pista o mensaje, lo seguía sin descansar nunca. Aunque éste último aviso que le dio una gaviota, le sorprendió bastante…así que allí fue, a las Islas Canarias, para buscar la playa enorme de arenas blancas de Gran Canaria.

¡¡ Y allí estaban, en la arena, todas sus amadas estrellas!! .

¡¡ Le costaba creer lo que veía!!:

Toda una enorme cantidad de animales del mar, del aire y de la tierra, que bailaban, festejaban y cantaban, junto a sus amadas estrellas, su liberación.

Llena de gozo, volvió a brillar, radiante, redonda y grande como nunca, iluminando todo el maravilloso cielo de las Islas Canarias, hasta deslumbrar con su luz a todos los animales, montañas, bosques… y a todas las personas que andaban a oscuras por los caminos desde hacía años.

Su luz era tan blanca y potente que se reflejaba en el precioso mar, ondeando su reflejo como un camino de luz con las suaves y cálidas olas que bañaban la orilla de la playa, donde las estrellas, saltando de alegría y emoción, la llamaban, cantando las melodías más bellas que se escucharon jamás.

La potente y blanca luz, junto a las olas, formó una perfecta escalera que desde la orilla del mar al horizonte, se elevaba al firmamento, por donde las estrellas podían subir de nuevo hasta el cielo, su hogar, junto a su amada luna.

Todos los seres que habitaban el océano, el cielo y la tierra, bailaban y cantaban con ellas, celebrando su liberación…aunque a la vez, los peces estaban tristes: se habían hecho muy amigos de las estrellas. Y salvo los delfines y las ballenas, que podían subir a la superficie, sabían que no volverían a verlas brillar en el cielo desde las profundidades del mar..

Algunas estrellitas, también se habían hecho muy amigas de los peces de colores, de los caballitos de mar…y también se sentían tristes por tener que dejarles para siempre.

Era una mezcla extraña de alegría por verse liberadas, y a la vez, de tristeza y melancolía por tener que dejar a sus queridos amigos del océano, y no verles nunca más.

Viendo todo esto, uno de los más sabios delfines, propuso a las estrellas y a la luna que, si lo deseaban, algunas estrellas, las que más lo desearan, podrían quedarse con ellos en el océano, pero con la condición de que deberían dejar de brillar, para no deslumbrar a los habitantes del mar. Y andar siempre por la arena, contando sus cuentos, historias y sueños a todos los seres marinos.

Después de pensarlo mucho, algunas miles de estrellitas, que se habían enamorado de la belleza del océano y de sus amables y cariñosos nuevos amigos, decidieron quedarse con ellos, bajo las condiciones del sabio delfín, y así se lo hicieron saber a la maravillosa luna y a sus hermanas, las demás estrellas, que ya subían hacia el cielo por el camino de luz, brillante como la plata, que bañaba la superficie del mar hasta el horizonte, desde donde se alzaban hasta su casa, el inmenso cielo.

La luna y sus hermanas, las estrellas, las comprendieron, pero también les entristecía que se quedasen en el mar y no volver a verlas nunca.

Así que, de nuevo, se reunieron para llegar a otro acuerdo más que pudiese contentar a todos:

Y fue el siguiente:

Al menos unos días al mes, las estrellas que habían decidido quedarse en el mar, saldrían hasta la orilla de la playa, pasearían por la arena, para ver a sus hermanas y a la luna, y contarles las nuevas y fascinantes historias de los habitantes del fondo del océano, tan desconocido para ellas hasta entonces. Recorrerían todos los mares. En todas las playas del mundo, y así conocer mejor a todos los seres marinos.

Desde entonces, la luna y las estrellas, tras burlar la trampa del malvado brujo, siguen brillando, contando historias, llevando sueños hermosos y alegres a todos los niños y niñas del mundo. Llenando de esperanzas e ilusiones a los mayores, iluminando los caminos en las noches oscuras, cantando melodías que hacen estremecer de gozo a los poetas y artistas…

De vez en cuando, la dulce y buena luna, extraña mucho a las estrellitas que decidieron quedarse en el mar…y la tristeza le hace adelgazar mucho, menguando su luz…

Hasta que, según lo prometido, unos días al mes, todas las estrellitas de mar salen hasta la orilla de todas las playas del mundo, saludando a sus hermanas las estrellas y a su gran amiga la luna, contándole historias fantásticas de peces de miles de formas y colores. De caballitos de mar, de sirenas, delfines, caballitos de mar, y miles de criaturas fascinantes que habitan en todos los mares del planeta. De barcos hundidos, de marinos que navegan por sus aguas…

¡¡ Y entonces, la luna, llena de gozo y emoción, junto a todas las estrellas, vuelve a ser plenamente feliz, poniéndose muy redonda y grande, llena, iluminando toda la Tierra y todos los mares con su blanca y preciosa luz!!

El brujo, al ver de nuevo felices a los hombres, y que ya no le temían, abandonándolo, perdiendo el poder que tenía sobre ellos, se vio de nuevo solo y amargado.

Un niño y una niña, que paseaban contentos en una noche calurosa de verano, vieron a lo lejos a un hombre que no paraba de llorar y lamentarse, lleno de rabia: era el malvado brujo que, en la orilla de la playa, estaba maquinando de nuevo cómo recuperar de nuevo su poder sobre los astros y los Hombres, mientras los niños admiraban a las estrellitas de mar que salían a saludar a su amiga la luna y a sus hermanas, las estrellas del cielo.

…y los niños, sin saber quién era ése triste hombre, se acercaron preocupados a él para saber qué le ocurría. Eran unos niños muy, muy buenos y compasivos.

El brujo, sorprendido de que aquellos pequeños niños no le reconocieran ni temieran, escuchando cómo se preocupasen por él y su desdicha, les contó toda la verdad del gran daño que había hecho durante toda su vida. Necesitaba contar a alguien su maldad. Recordó que una vez, él también fue un niño bueno e inocente, y se preguntaba cómo había podido llegar a ser un hombre tan malvado. Así que confesó a los niños, avergonzado y triste, su maléfica manera de actuar.

En el fondo, su corazón era bueno. Pero se había endurecido y equivocado, pensando que conseguiría la admiración y el cariño de la gente si hacía que le temieran.

Los niños, le escucharon atentamente. Luego, le hicieron mirar al cielo, para que admirase la belleza de la luna y las estrellas, brillando en todo su esplendor. Y con voces dulces y cariñosas, en su sencilla inocencia y sabiduría, le explicaron que lo que había hecho estaba muy mal. Que si de verdad deseaba tener respeto y amor, debía hacer cosas buenas por las personas. Y que ése era el mayor PODER: ser bueno y generoso con todo el mundo.

Enjugaron las lágrimas del brujo con sus tiernas y suaves manitas, mientras le acariciaban sus largas barbas.

El brujo, emocionado, pues era la primera vez que alguien le trataba con cariño y sinceridad, sin tenerle miedo, se arrepintió de todo lo malo que había hecho, y prometió , desde ése momento, dedicar toda su magia y su sabiduría en hacer el bien humildemente , sin esperar nada a cambio, a todas las personas del mundo.

Así lo hizo. Pidió disculpas a todos. Desde ése momento, ayudaba a la gente. Les curaba con medicinas que él conocía, les daba buenos consejos cuando tenían problemas, inventaba aparatos que les hacían la vida más fácil. Les enseñaba a cultivar bien la tierra para que diera más frutos y no pasaran hambre. A hacer pozos para que siempre tuviesen buena agua cristalina para beber, cómo cuidar los ganados para que creciesen sanos y tuviesen granjas con toda clase de animales…Cómo vivir en paz y en armonía con los demás y con la Naturaleza, sin contaminarla ni arrasarla por avaricia…

Poco a poco, sin esperarlo, las personas comenzaron a admirarle y a quererle de verdad. Acudían a él cada vez que tenían algún problema, a que les enseñase cosas buenas. A hacer las cosas cada vez mejor

Ya no le llamaban “malvado brujo”, ni le temían. Sino que le consideraban un gran hombre sabio, sencillo y bueno. Un amigo de verdad a quien todos respetaban y amaban, siguiendo sus buenos consejos, haciendo que la Tierra fuese cada vez un lugar más hermoso, amistoso, lleno de paz y armonía, donde nadie sufría guerras, ni hambre, ni injusticias , ni violencia ni ignorancia.

Jamás volvió a estar solo, ni amargado, ni era temido, sino amado. Se sentía feliz por primera vez en su vida.

Cada mes, iba con sus mejores amiguitos, el niño y la niña, a la orilla del mar a ver salir a las estrellas que decidieron quedarse a vivir en el océano , para compartir con ellas sus historias y experiencias, con la luna llena y las estrellas del cielo. Ellos se convirtieron en sus mejores discípulos, aprendiendo de toda su sabiduría para también trasmitirla a todas las demás personas, y ayudarle en su nueva y gran misión: conseguir un planeta Tierra mucho mejor.

Cada día eran más buenos y más sabios, escuchando las maravillas y los sueños e ilusiones de los Hombres, la imaginación, inocencia y bondad de los niños, sin perder su humildad y su deseo de seguir ayudando cada vez más y mejor a todas las personas que se encontrasen en su camino.

Eran muy felices.

La buena y radiante luna, les bañaba con su luz cuando caminaban por la noche. Y el antiguo brujo, que ahora es un hombre bueno y sabio, anima a la luna cuando se entristece, recordándole a sus estrellitas de mar, lo felices que son en el fondo del océano junto a los peces de colores, los delfines, los caballitos de mar…

Pero la luna aún se encoje de tristeza, menguando su luz de añoranza. Así que el buen brujo insiste en recordarle que unos días al mes, saldrán a la orilla del mar para encontrarse de nuevo con ella y sus hermanas las estrellas, para compartir sus historias de viajes y sueños: unas desde las profundidades marinas, y otras desde lo más alto del firmamento.

La hermosa luna, animada de nuevo por él, vuelve a crecer, poco a poco, hasta hacerse grande y redonda, cada mes, radiante de felicidad, al reencontrarse con las estrellitas de mar en las orillas de las playas de todo el mundo.



…Fueron todos muy felices. Hacían fiestas y comían Manises…

¡¡ Y a mí no me dieron, porque yo no quise!! .



¡¡ Colorín, colorado, éste cuento se ha acabado!!

(Aunque inventado hace casi un año para mi pequeño hijito Alejandro, mi ángel bueno e inspirador, con una imaginación e inocencia fuera de serie, que “vive” mis relatos con un realismo inexplicable y emocionante, al igual que su hermano mayor, Manuel, cuando era niño y cuyos cuentos, canciones, historias y poemas inventados para él, y otros para mis sobrinas, sobrino, alumnos…lamentablemente, aunque los escribí en su momento, los he perdido: Dedicado a ellos, especialmente a mis hijos, mis dos joyas, con todo mi amor).

Nieves María Merino Guerra.

En Las Palmas de Gran Canaria a 30 de junio de 2010.

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